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De acuerdo con cifras del INEGI, esta es la primera vez (desde julio del año pasado) en que no se observa un índice de crecimiento.

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A partir de julio de 2018 la confianza del consumidor repuntó de manera considerable; sin embargo, ésta se ha corregido y a un año de su repunte, se muestra en estancamiento. Y es que, de acuerdo con cifras del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI), en julio de 2019 este indicador se ubicó en 105.1 puntos (a la baja por quinto mes consecutivo), para presentar un incremento de 0.1% anual; es decir casi idéntico a los 105 puntos de julio del año pasado. Cabe destacar que es la primera vez, desde julio del año pasado, en que no se observa crecimiento; el cual, llegó a presentar tasas de expansión de hasta 42.4% en febrero pasado.

Al respecto, analistas de Banorte opinaron que “continuamos esperando que la confianza se modere, con el sentimiento político todavía influyendo el sentimiento pero también con un efecto negativo de la desaceleración económica y su efecto en la creación de empleos”. Aunque reconocen hay un impacto negativo derivado de un efecto base por el gran repunte del año pasado resultado de la elección, anticipan la posibilidad de que la confianza del consumidor continuará disminuyendo.

“En nuestra opinión, una de las señales más relevantes dentro del reporte es que el rubro de bienes duraderos sigue contrayéndose a un ritmo relativamente elevado a pesar de tres factores relevantes de soporte: (1) El comportamiento favorable de la inflación, en particular por menores presiones en el componente no subyacente; (2) la estabilidad del peso, lo cual es positivo para los bienes importados, aunque con presiones desde la semana pasada ante el incremento en las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China; y (3) el aumento al salario mínimo al principio del año, mismo que continúa influenciado las revisiones salariales, particularmente del sector privado.

Considerando esto, creemos que el retroceso en el indicador podría estar más relacionado a la fuerte desaceleración en la actividad económica y su efecto en el ritmo de creación de empleos formales, que en conjunto con niveles elevados de incertidumbre, tanto en el frente global como local, están más que compensando por los factores arriba mencionados”.