|  

Como testimonio de los Juegos Olímpicos de 1968 en México y de su vertiginoso contexto social, la Ruta de la Amistad sigue en pie tras varias décadas, con la consigna de permanecer muchos años más. 

 

19 artistas convocados y tres invitados dan cuenta de una ruta que desde el sur de la Ciudad de México parece escapar a la vista de conductores que diariamente sortean el bulevar Adolfo López Mateos capitalino. Concreto y metal afianzaron en 1968 los lazos fraternos de la primera olimpiada cultural. Artistas de los cinco continentes resignificaron la tradición nacionalista con resabios del llamado Milagro mexicano.

A lo largo de 17 kilómetros de longitud, el célebre Mathias Goeritz y el arquitecto don Pedro Ramírez Vázquez distribuyeron piezas inéditas, elaboradas ex profeso para articular con arte cosmopolita la zona sur del periférico. En un principio se planeó que cada obra, como centinela, se ubicara a cada kilómetro de la ruta. Sin embargo, con la entrada de Marruecos y Austria, se ajustó y completó el proyecto.

Unión de tradiciones, cada escultura buscaba convivir con la piedra volcánica del Xitle y celebrar que México era anfitrión del mundo en la gesta olímpica, en una coyuntura de transformaciones políticas frente a un Estado autoritario.

Luz de las olimpiadas. Sombra de Tlatelolco -en palabras del historiador Héctor Palhares Meza- las esculturas que sacaron el arte a la calle, espetaron modernidad en un tiempo de ruptura entre el poder y la sociedad. Dieciocho años de deslumbramiento nacional ante un sostenido crecimiento industrial llegaron a su fin en el ocaso de la década de los 60. Consolidación de la Guerra Fría en un mundo dividido entre capitalistas y socialistas que buscaban desaforadamente el control no sólo de las fronteras políticas sino de las espaciales, en una conquista que hoy, con dejos de nostalgia, vemos terminada ante el arribo del transbordador Atlantis en julio pasado. 

 

El sol bipedo
El sol bipedo

 

Señales Angel Gurría
Señales Angel Gurría

 

Concreto y metal afianzaron en 1968 los lazos fraternos de la primera olimpiada cultural. Artistas de los cinco continentes resignificaron la tradición nacionalista con resabios del llamado "Milagro mexicano".


Asimismo, en aquellos años, una cadena de acontecimientos sociales y culturales se seducía con la estridencia de la música de los Rolling Stones con el álbum England?s Newest Hitmakers de 1964 y psicodélicamente con Lucy in the Sky with Diamonds de los Beatles, al tiempo que se evadía de una lógica aplastante con alucinógenos y el fervor de Woodstock y más tarde su contraparte en Avándaro. El Verano de amor en el parque Golden Gate y en el barrio Haight-Ashbury de San Francisco, EE.UU., consolidaba la propuesta de la Generación Beat en jóvenes hippies de cabello largo y pantalones acampanados que cantaban a John Phillips en la interpretación de Scott McKenzie: Si vas a San Francisco, no te olvides de llevar flores en el cabello/ [?] Si vas a San Francisco, el verano será una celebración de amor.

A la primera aparición de Jimi Hendrix se integraron los movimientos feministas que apoyaban las relaciones prematrimoniales y hacían suyo el uso de la píldora anticonceptiva, mientras atrevidas minifaldas mostraban las piernas sin recato.

 

La revolución en Latinoamérica

 

Las tres gracias|Miroslav Chlupac
Las tres gracias|Miroslav Chlupac

 

Al triunfo de la Revolución Cubana en 1959 siguió la descolonización de África y Asia. Jóvenes contestatarios inundaron las calles con el lema Hagamos el amor, no la guerra y adoptaron el desarme nuclear en el símbolo de Amor y paz. Una sociedad participativa que reclamaba enérgicamente el fin de la Guerra de Vietnam.

Periodo de liberalización política en la entonces Checoslovaquia, que duró del 5 de enero al 20 de agosto de 1968, cuando el país fue invadido por la URSS y sus aliados del Pacto de Varsovia. La Primavera de Praga buscó desesperadamente frenar la avanzada comunista alentada por los movimientos que sumaron el desánimo de búlgaros y atenienses. Finalmente llegaría el mayo de París convirtiéndose en un movimiento obrero-estudiantil de izquierda contra el endurecimiento del Estado. La República Federal Alemana, Suiza, España, Argentina, Uruguay, los Estados Unidos, abrevaron todos en esta lucha de justicia y hermandad que tras la consolidación de las clases medias, reclamaban inclusión; de ahí la animada participación estudiantil que en México encontró tierra fértil y su cruel freno en la política de Gustavo Díaz Ordaz y el entonces secretario de Gobernación, Luis Echeverría Álvarez. El presidente se formó en el ejercicio del poder con Maximino Ávila Camacho que sentenciaba en Puebla: Hasta las hojas necesitaban de la venia del gobernador para caer de los árboles. La noche negra de Tlatelolco y la consigna No queremos olimpiadas, queremos revolución, no detuvo que el 12 de octubre de ése, nuestro doloroso 68, una mujer, Enriqueta Basilio, encendiera por primera vez el pebetero olímpico alumbrando los también primeros juegos olímpicos en América Latina.

 

Una senda de hermandad

 

Ángela Gurría, inserta en la Ruptura, da la bienvenida al mundo con dos ejes que apuntan al cielo. La Señal en blanco y negro, desde la glorieta de San Jerónimo, pareciera abrazar la contundencia de la raza negra en ganar las áureas preseas y en cada ceremonia de premiación animar a los atletas a levantar el puño que demostraba el black power. Hoy, aquellos colmillos de 18 metros de altura son devorados por el segundo piso del Periférico y la enorme bandera que ondea triunfante, sin embargo, ahora sigilosa y firme, manda una señal de esperanza, inclusión y respeto.

 

Torre de los vientos 
Torre de los vientos 


La segunda parada: El ancla de Willi Gutmann. Suiza presenta un disco irregular con líneas curvas de más de 7 metros de altura. Antes azul con cantos morados, después mostrando el grafiti urbano y ya adoptada por una mueblería y con la venia del artista, desde 1997 el azul electrizante domina el entorno.

Le sigue una triada volumétrica. Tres gracias que evocan al mundo grecolatino, ahí donde Áglae, Eufrósine y Talía, hijas de Zeus y la ninfa Eurínome, eran las portadoras de buenaventura y llevaban paz a los mortales. Miloslav Chlupáč de la actual Chequia evitó los ángulos prefiriendo esquinas ondulantes rosas y violetas que hoy son resguardadas por una empresa deportiva.

Esferas niponas se suman a la ruta. Kioshi Takahashi crea uno de los más bellos conjuntos escultóricos. Protegidas desde 2003 por una inmobiliaria, las formas inconclusas, muy de mañana o de madrugada, parecieran completarse en una blanquísima ilusión, cuando el auto alcanza una velocidad considerable.

La quinta estación le corresponde a Francia. Pierre Székeli apuesta por su resignificación mexica. El sol bípedo se restauró en 2000 por una televisora mexicana, cuando se deshizo de su original tono terracota y con el beneplácito del artista, ahora en estridente tono amarillo, se ancla con dos bases irregulares al piso. Rebotan esferas en azul marino y una más, que curiosa, presume su rosa intenso.

Entrañable proyecto de comunión entre el arte y el espacio urbano, desde su apertura se ha resignificado. Siempre un paseo del alma.

Frente a un centro comercial no se intimida la Torre de los vientos. El uruguayo Gonzalo Fonseca funde un zigurat sumerio con los antiguos basamentos piramidales mesoamericanos. Restaurada por el Fondo Nacional para la Cultura y las Artes, la escultura habitable hace a un espectador activo, donde la arqueología rescatada en un minimalismo geométrico abraza a Ehécatl y lanza nuestra mirada a las nubes para aterrizarla en una especie de silo o contendedor de granos de maíz, alimento prístino mesoamericano.

Le sigue una base trapezoidal dispar que, después del abandono, ahora muestra triunfante en la parte más alta, una mano que se confunde con la paloma, símbolo de aquellas olimpiadas. Constantino Nivola concilia con el verde, blanco y rojo a una realidad, ya italiana, ya mexicana, en una obra que sin título merece un cobijo de paz.

Bélgica y el artista Jacques Moeschal nos obligan a hacer una octava parada. Círculo concéntrico que habla de inicio y fin. Un uróboros moderno que se afianza en la tierra o más bien parece emerger de ella. Sale a flote entre el pedregal y su verde agua, ahí donde su mirilla permite, desde la entrada a la Villa Olímpica, vernos en un espejo cotidiano que se atraviesa entre polución y realidad.

 

El ancla
El ancla



Otra más que deja el título a la imaginación del transeúnte es la obra del norteamericano Todd Williams. Rescatada por una inmobiliaria y la delegación Tlalpan, sus tres estructuras semicirculares parecieran constituir una techumbre multicolor que refleja los contrastes mexicanos.

La hora en la que deambulamos por uno de los tréboles del Periférico la marca el Reloj solar. Polonia y Grzegorz Kowalski realizan una cálida danza de luz, geometría y abstracción, compuesta de siete conos amarillos y anaranjados de más de tres metros y medio de altura, restaurados en 2001 por The History Channel Latinoamérica y la UNESCO.

España se sumó tardíamente a la celebración con la escultura del barcelonés José María Subirachs. Aunque la invitación se recibió con retraso, la armonía en la ruta no se perdió. Rescatada por una compañía vitivinícola y la embajada española, dos triángulos confluyen en un rectángulo que traza en alto y bajorrelieve flechas y geometrías que provocativamente sugieren el nombre de la obra: México.

Sigue la controvertida estación 12. Sin poderse admirar por todo el público, tras litigios por la propiedad del terreno, una de las más bellas obras de la ruta se encuentra hoy literalmente tras las rejas. Es prisionera de un colegio que destruyó su base original y en contra de su autor, el australiano Clement Meadmore, se encuentra rodeada de flores. Pierde todo dijo el artista en 2004, en la última entrevista de su vida. Una estructura orgánica arroja nuestra mirada a un laberinto infinito. La cinta de Moebius habla de eternidad, denuncia, reclamo y esperanza por recuperar lo que nos es propio.

Después del sinsabor nos detiene un Muro articulado. El austriaco Herbert Bayer invita a escalar visualmente un eje central de acero que une 33 módulos rectangulares de concreto independientes entre sí. Reto a la ingeniería que evoca las grecas zapotecas, la escultura antaño se levantaba orgullosa y ahora compite con los edificios y el sinsentido de la traza urbana.

 

Tertulia de GIGANTES|Joop J. Beljon
Tertulia de GIGANTES|Joop J. Beljon



Continúa una lúdica Tertulia de Gigantes. La presencia de los Países Bajos en la figura del escultor Joop J. Beljon rescata las construcciones mesoamericanas y en grandilocuentes estructuras de casi ocho metros de alto, a veces se confunden con piezas de un ajedrez de bloques masivos de concreto armado en morados, anaranjados, rosas y violetas sugeridos por el propio Goeritz y que hoy se conservan gracias a una compañía aseguradora.

La Puerta de paz nos permite transitar en las oquedades de un pentágono unido y sobrepuesto a otro. La sobriedad israelí de Itzhak Danziger, ahora protegida por el Instituto Cultural México-Israel y un despacho arquitectónico, despliegan en azul y amarillo un origami de concreto que permite la meditación sobre nuestro paso por la ciudad.

De nuevo Francia se presenta en la parada 16. Olivier Seguin recuerda los enterramientos del paleolítico en un nuevo dolmen, a la vez que resignifica los dinteles prehispánicos. Estructuras en negro y blanco, hablan de los opuestos que se complementan: positivo y negativo, hombre y mujer, día y noche, sueño y vigilia, realidad y ficción.

Cercada por un rectángulo rojo, emerge triunfante una blanquísima columna serpenteante. La participación del marroquí Mohamed Melehi, protegida por una cadena de restaurantes, pero consignada a la lateral del Periférico, demuestra que mediante la forma simple se fecunda el cielo.

Icono de la pista de canotaje de Cuemanco, el mexicano Jorge Dubón presenta en dos piezas la libertad de unas alas geometrizadas que se extienden delante de una columna cortada. Amarillo frente a blanco bailan ante árboles y aguas que los observan.

La decimonovena estación nos invita a contemplar la Puerta del viento. México y Helen Escobedo en mancuerna erigen dos estructuras laterales con un círculo que pende en el centro. En azul y verde, el movimiento juega con la trasformación del entorno. Protegido por una institución financiera, el conjunto cierra la ruta.

Tres invitados excepcionales completan la senda del arte. Lejos del sur, 15 metros de altura en siete poliedros de amarillo y orgulloso rosa mexicano, fueron dispuestos por el mexicano adoptivo Mathias Goeritz frente a la explanada del Palacio de los Deportes para, muy cerca del aeropuerto, dar la bienvenida al atleta recién llegado. Siguiendo las estrellas, columna a columna, el maestro unió los puntos de la constelación que la bautiza: La Osa Mayor.

De nuevo en el sur, un Hombre corriendo atraviesa los campos de la Ciudad Universitaria. México con Germán Cueto moldean el bronce en formas orgánicas que intentaron sin éxito convertirse en el referente del Estadio Olímpico Mexicano, no obstante Diego Rivera con su águila y su cóndor de un lado y David Alfaro Siqueiros con El pueblo a la universidad. La universidad al pueblo? siguen dominando el escenario.

A más de cuatro décadas de creación, nuestra Ruta enfrenta un nuevo y decisivo reto: la supervivencia.

 

Nuestro recorrido se detiene frente al Estadio Azteca. Un imponente Sol rojo ciega al aficionado y al deportista. El célebre norteamericano Alexander Calder cimenta una estructura trípode de acero negro en cuyo centro domina un círculo de color grana. Un largo proceso de restauración a cargo de la fundación de una compañía financiera y del Gobierno de la Ciudad de México, le han devuelto el brillo a un astro que ilumina este camino de fraternidad.

Entrañable proyecto de comunión entre el arte y el espacio urbano, desde su apertura se ha resignificado. Comenzando por el baile a gogó entre los bosques de concreto de Raquel Welch en el 68, hasta las continuas pintas o los grafiti de nuevos artistas que se apropian de las obras. Desde la consolidación del Patronato de la Ruta de la Amistad, hasta la adopción de ellas por el sector público o el privado. Siempre un paseo del alma. De ahí las intervenciones sonoras o performáticas de La Torre de los Vientos y otras piezas, donde el artista colombiano Pedro Gómez-Egaña, el grupo Ollin Kahn las bandas Ideal J y 113 crean un laboratorio de música electrónica donde resuenan los versos urbanos de Hz, Kaoxxx, Bala, Spectre, Zofa, Roi o Sonido mala onda, sentenciando que en el mundo hay cosas bonitas y unas cuantas tragedias [?] personas cuerdas y locos dementes [?] pero no hay nadie como tú, mi amor?

Aquellas nuestras decimonovenas olimpiadas anunciadas en 1963 en Baden-Baden, Alemania, que derrotaron a Lyon en Francia, a Detroit en los Estados Unidos y a Buenos Aires, Argentina, hoy son un referente para la próxima justa brasileña en 2016. Por su parte, a más de cuatro décadas de su creación, nuestra Ruta enfrenta un nuevo y decisivo reto: la supervivencia. La autopista de cuota urbana del sur o segundo piso de Periférico obligará a reubicar ocho de los conjuntos escultóricos. Futuro y no olvido: la nueva consigna.


Texto:Alfonso Miranda Márquez