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La afluencia de turismo atraída por los Juegos Olímpicos de Rio de Janeiro no está siendo como las autoridades del país carioca y los desarrolladores inmobiliarios esperaban, y no será un factor de alivio a los severos problemas de su economía.

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De hecho, la prolongada recesión, los escándalos de corrupción, la devaluación del real y la crisis política está propiciando que los propietarios vendan sus inmuebles con profundos descuentos.

JHSF Participações, una empresa de bienes raíces que cotiza en bolsa, negocia con Blackstone Group LP la venta de una participación de 50% en cinco centros comerciales cuyo valor combinado supera los 620 millones de dólares.

En 2015, la firma de private equity GTIS Partners se quedó con Brazil Hospitality Group, uno de los mayores operadores hoteleros de Brasil, mediante una oferta de compra de acciones de 400 millones y lo retiró de la bolsa. La cifra representó cerca de 35% del costo de reemplazo. Ahora busca acuerdos con constructores de viviendas necesitados de capital que no pueden completar sus proyectos debido a la caída de las ventas.

Otros compradores internacionales que han estado activos son Brookfield Property Partners LP, Gazit Global, Tishman Speyer Properties y Equity International, cuyos ejecutivos prevén que la demanda de edificios para oficinas, apartamentos, tiendas y otras propiedades seguirá débil, lo que dificultaría, en el corto plazo, la obtención de los retornos de más de 20% que los inversionistas extranjeros esperan de sus arriesgadas apuestas en bienes raíces de mercados emergentes.

Los inversionistas dicen que ven señales de que la economía brasileña ha tocado fondo y que la situación política ha mejorado desde que la presidenta Dilma Rousseff fue suspendida y obligada a someterse a un juicio político.

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