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Mutatis mutandis es una frase que bien puede referirse a las diversas transformaciones que tienen lugar en el Distrito Federal y en varias urbes del país.

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Mutatis mutandis es una frase que bien puede referirse a las diversas transformaciones que tienen lugar en el Distrito Federal y en varias urbes del país

La primera transformación con carácter urbano que tuvo lugar en la Ciudad de México se dio siglos atrás, cuando un grupo de nómadas levantaron su capital en el sitio elegido por designio divino. El problema fue que estaba sobre un lago.
La solución fue la creación de unas de las formas de apropiación urbanas más notables en la historia de la humanidad: la chinampa, primera manera sustentable de hacer ciudad.

Así, desde tiempos remotos nuestra capital muestra una diversidad de realidades y sueños mutables; desde los que buscan mejorar una zona, recobrar la cohesión social, hasta los que anhelan preservar la cordura ambiental.

El mismo hecho de buscar la consolidación de una identidad urbana obliga a la mutabilidad, a desentrañar acertijos y hasta “enderezar entuertos”, como diría Miguel de Cervantes.

 

Ocurre con las ciudades lo que con los sueños: todo lo imaginable puede ser soñado, pero hasta el sueño más inesperado es un acertijo que esconde un deseo, o su inversa: un temor”, (Italo Calvino, Las ciudades invisibles).

 

 

La avenida del dinamismo

 

Las transformaciones de la capital mexicana han generado íconos urbanos. El más emblemático es el Paseo de la Reforma, planeado por Maximiliano de Habsburgo. La gran calzada ha mostrado una mutabilidad escalonada, desde sus mansiones porfirianas y sus monumentos, sus edificios emanados de los resultados de la Revolución, hasta sus rascacielos sustentables
y espectaculares.

En la actualidad, Reforma ya no es sólo la avenida en cuyo entorno existen emblemáticos edificios, ya catalogados en los anales de la arquitectura contemporánea. Es el espacio mutable que evoluciona y ofrece proyectos que elevan la calidad a su máxima expresión, como el caso de Reforma 222, que integra la calle al conjunto y que es además multifuncional.

Sin embargo, también Reforma es un gran escaparate urbano que alberga grandes edificios firmados por maestros de la arquitectura mundial, que han visto en esa avenida un gran detonador económico.

El poder de la mutabilidad es tan fuerte en esa avenida que llevó a mudar, literalmente, una antigua casona, para incorporarla a una obra contemporánea, como la Torre Reforma, proyecto que está a punto de reafirmar el sello del México de la vanguardia.

 

“A Maximiliano se le encendió de pronto el foco: trazó con la azul mirada una línea recta de la terraza a la estatua y visualizó una calzada ancha, arbolada, por la cual cabalgar o recorrerla a bordo de la imperial carroza”, (Salvador Novo, en “Paseo de la Reforma”).

 

 

Cicatrices

 

Resultado de la mutabilidad, la ciudad de Mexico también tiene muchas cicatrices, una de las más grandes fue la creada por los sismos de 1985. Después de los movimientos telúricos, la ciudad parecía haber sido bombardeada. No obstante, la urbe se levantó entre gritos y llantos, cambió de piel nuevamente para que la tragedia que devino tras los sismos no se repitiera.

La pérdida de vidas humanas obligó a modificar reglamentos, a ser más severos y cautelosos en temas como el control en la obra o el conocimiento exhaustivo del terreno. Esta transformación logró que, en la actualidad, mucho de lo que aquí se construye resulte ejemplar para otros países localizados en zonas sísmicas.

 

Renovarse y seguir

 

Otra forma de mutabilidad en la ciudad de México es la que se da por regeneración; en mucho, gracias al planteamiento de empresarios visionarios. Uno de los más recientes ejemplos es el que hace Grupo Carso en las colonias Irrigación y Granada, otrora zona industrial.

El planteamiento urbano, iniciado años atrás con la creación del Centro Comercial Antara, continúa en franco crecimiento con la presencia de museos como el Soumaya y el Jumex, con Plaza Carso o el Acuario Inbursa, entre otros proyectos.

Hoy los desarrolladores contemplan la zona como detonador de la inversión, que a grandes pasos ve aumentar la plusvalía. Esto es, sin duda, una de las formas más encomiables de la mutabilidad: regenerar zonas de carácter industrial para convertirlas en espacio multifuncionales.

 

Entre la tradición y la vanguardia.
Entre la tradición y la vanguardia.

 

Colofón

 

Bien cabe decir, a manera de preámbulo a otros artículos, que muchas ciudades de la República Mexicana experimentan transformaciones propositivas. En muchas de ellas sus cascos antiguos son rescatados y conservados mientras en las zonas periféricas los desarrolladores plantean fraccionamientos que incluyen campos de golf, centros comerciales, culturales, educativos y demás espacios para vivir mejor.

La empresa Altozano, por ejemplo, emprende sendos proyectos en Morelia, Villahermosa y Colima. En este sentido, el reto del ordenamiento territorial en varias de nuestras ciudades se queda en manos de los sectores público y privado, que le apuestan con optimismo a brindar espacios para contar con lo que todos buscamos: calidad de vida.

Esta visión es, quizás, una de las transformaciones más radicales y poderosas que se ha dado en las décadas recientes. Ya no se trata de hacer solo obras bellas sino de ofrecer una habitabilidad idónea para el morador, para el entorno y para la ciudad misma.

 

“Cuando llegas, rezumando delicia,calles recién lavadas y edificios-cristales, pensamos en la recia tristeza del subsuelo, en lo que tienen de agonía los lagos”, (Efraín Huerta, “Declaración de amor”).

 

Mutabilidad para sobrevivir

Parece que es una moda pero no, es una necesidad insoslayable. Considerar las condiciones del terreno, la orientación, la eficacia de los materiales constructivos y, sobre todo, minimizar y optimizar en lo posible los gastos de energía son algunos conceptos que los profesionales, en general, contemplan en sus proyectos.

 

Nuevas construcciones que comulgan con las de antaño.
Nuevas construcciones que comulgan con las de antaño.


Texto:Yolanda Bravo Saldaña