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El Corredor Interoceánico del Istmo de Tehuantepec (CIIT) es un proyecto icónico por lo que representa en sí mismo; es un logro histórico después de 100 años, pero también marca un parteaguas en lo que pueden llegar a ser las cadenas de suministro globales y el comercio.

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No solo es por unir el comercio entre dos océanos y dos puertos importantes –Salina Cruz y Coatzacoalcos–, sino porque puede conectar el comercio de todo el mundo, destacando lo que llega de países asiáticos e internarlo a la Costa Este de Estados Unidos.

Es una forma distinta de concebir la relación de México con el mundo. No solo se trata del proyecto de las cuatro fronteras, es un parteaguas por lo que puede generar en sí mismo, donde los Polos de Desarrollo para el Bienestar (PODEBIS) al interior del corredor, tienen todo para que funcionen.

 

Todos los proyectos de infraestructura tienen ciclos de largo plazo, por lo que no solo se seguirá apoyando al CIIT, se seguirá replicando el modelo por convenir al país.

 

El establecimiento de vocaciones regionales, bien por producto, territorio, por recursos humanos y materiales, es indispensable para generar economías de escala, grandes obras de infraestructura que generan círculos virtuosos y para generar ecosistemas de inversión con cadenas de suministro.

 

 

Si vemos a México en el mapa, y observamos los productos y servicios que han florecido, podemos identificar que se han dado en corredores. Por ejemplo, el corredor del Bajío, donde está el automotriz; el corredor del Norte, en manufactura; entre otros ejemplos.

 

Hay corredores que se crearon naturalmente, pero la mayoría de los corredores industriales fueron realizados con una planeación, con incentivos sectoriales. Y por lo tanto, lo que funciona se debe replicar.

 

Sobre las vocaciones para el CIIT, debemos considerar que el sector alimentario y la agroindustrial son prioridad nacional, pero en realidad son muy variadas en la región y hay algunas muy específicas locales.