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Un fenómeno común a muchas de las grandes metrópolis en Estados Unidos, Europa y también en América Latina, es el encarecimiento desproporcionado en los precios de venta y renta de la vivienda.

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En medio del debate político por el que atraviesa Alemania con motivo de las próximas elecciones, los partidos políticos en Berlín discuten acaloradamente la posibilidad de expropiar viviendas en renta que fueron privatizadas en años recientes. En Berlín, precisamente, la mitad de la población renta su hogar y unas cuantas empresas gigantes son dueñas de muchas de esas viviendas.

Finalmente es la disparidad entre la oferta y la demanda lo que genera incremento en las rentas y con ello la expulsión de familias vulnerables en un proceso de gentrificación. A nadie le gusta saber que ya no podrá vivir en la ciudad en que nació o que sus hijos están condenados a nunca habitar la urbe de sus padres y abuelos.

Por otro lado, los legisladores del estado de California acaban de aprobar una ley que termina con uno de los mantras del 'American way of life': la casa unifamiliar. De acuerdo a ésta nueva legislación se vuelve obligatorio para los municipios permitir dos casas o la subdivisión de predios a la mitad en las miles de comunidades habitacionales del estado.

El American Way of life, a prueba. 

Esta drástica medida es parte de un conjunto de acciones que pretenden, aumentando la oferta, detener el encarecimiento descontrolado de los precios de venta y alquiler que impiden a los californianos vivir en la ciudad de su elección y que han arrojado a más de 100,000 personas a la calle en todo el estado.

Aumento constante

La Ciudad de México no es ajena a estos problemas. Los precios de la vivienda han aumentado en los últimos años muy por encima de la inflación. Aunque la crisis económica ha reducido significativamente las operaciones de compra y renta en todos los segmentos los precios no tienden a bajar ante el enorme desajuste entre oferta y demanda.

Ni el diagnóstico ni la solución son sencillos. Aunque la población del antiguo Distrito Federal está estable en alrededor de nueve millones de habitantes la composición de las familias cambia rápidamente aumentando la demanda.

Viviendas de mala calidad, hacinamiento, viviendas obsoletas, cambios de uso del suelo, formación de nuevas familias por madurez demográfica, divorcios y familias no convencionales, todo se suma para producir una demanda anual estimada en 40 o 50 mil nuevas casas contra una producción que escasamente llega a las 15 mil.

CDMX. Alta demanda y poca oferta. 

Decisiones a fondo

Obviamente el fenómeno afecta más a quienes menos tienen y aunque el gobierno de la Ciudad entiende la problemática e intenta tomar medidas, el tamaño del reto implica tomar decisiones drásticas.

Aquí va una propuesta que no es nueva pero que toma vigencia frente al tamaño del reto y ante el ejemplo californiano.

La Ciudad de México (antiguo Distrito Federal) cuenta con alrededor de dos millones de lotes en su área urbana. En estos predios se han construido casas solas, edificios de departamentos y otros usos distintos al habitacional.

Mediante ley o decreto debidamente concebido y pactado con las fuerzas políticas se permitiría que, sin ningún trámite ni pago alguno, se construyera una vivienda adicional por predio.

Se necesita una estabilización en los precios. 

Esta medida solo estaría vigente un par de años para que exista un incentivo a aprovecharla. Suponiendo que únicamente el cinco o diez por ciento de los propietarios la aceptara se producirían en dos años entre cien y doscientas mil nuevas casas. Un aumento tan drástico en la oferta necesariamente estabilizaría los precios.

Oferta distribuida

Ello con ventajas adicionales: la oferta sería necesariamente distribuida en todos los segmentos y en todo el territorio de la ciudad.

En todos los segmentos porque lo mismo se aprovecharía la oportunidad para hacer un dúplex en una zona residencial de altos ingresos que departamentos en el centro histórico o casas en Iztapalapa.

Distribución homogénea, un planteamiento. 

Por su parte la dispersión en el territorio implicaría que la carga sobre los servicios de agua, electricidad, transporte, educación y salud se distribuiría de forma tan homogénea que los impactos serían marginales bajo la premisa de que donde comen cinco, comen seis.

Adicionalmente muchas familias resolverían el problema de vivienda de sus hijos u obtendrían un ingreso adicional que nunca sobra.

¿Porque no lo intentamos? Nada se pierde.