En un momento en que el planeta enfrenta retos ambientales y sociales cada vez más urgentes, el diseño se convierte en una herramienta poderosa para generar bienestar, restaurar ecosistemas y fortalecer comunidades. Ya no se trata solo de crear espacios estéticamente agradables o funcionales, sino de pensar en cómo cada proyecto puede dejar una huella positiva y duradera.
Arquitectos, urbanistas y desarrolladores en todo el mundo están adoptando esta visión, replanteando cómo se conciben las viviendas, los espacios urbanos y las comunidades. Su objetivo: construir desde la empatía, la ética y la conexión con la naturaleza.
Tres claves del diseño consciente y regenerativo
- Pensar en sistemas, no en objetos
El primer paso es mirar el todo. Un diseño regenerativo entiende que cada decisión —desde la elección de materiales hasta el manejo del agua o la energía— impacta en una red interconectada. No basta con usar productos sostenibles: se trata de considerar el ciclo de vida completo de cada elemento y su relación con el ecosistema y las personas que lo habitan.
- Diseñar con la naturaleza, no contra ella
La naturaleza deja de ser el contexto y se convierte en la guía del proyecto. Diseñar con ella significa aprovechar su inteligencia y sus ciclos: permitir que el sol defina la iluminación natural, que el viento oriente la ventilación, que el agua se recircule y se purifique dentro del sitio. Este enfoque integra el paisaje, reduce el consumo energético y crea espacios que fluyen con el entorno en lugar de imponerse sobre él.
- Poner al centro el bienestar colectivo y la equidad
Un ejemplo vivo: Reserva Santa Fe
En México, un proyecto pionero encarna esta filosofía: Reserva Santa Fe, el primer desarrollo inmobiliario regenerativo del país, ubicado en el Estado de México.
Con más de 200 hectáreas de bosque, el proyecto fue concebido desde el respeto al entorno natural. Cada lote, sendero y espacio fue planeado para regenerar el ecosistema en lugar de explotarlo.
Antes de diseñar, se realizaron estudios detallados del suelo, la topografía y la biodiversidad local. A partir de esa información se definieron calles más angostas, áreas habitacionales bien delimitadas y una planeación que mantuvo la integridad del bosque como principio rector.
“Nuestro objetivo no es compensar el daño, sino minimizarlo primero, cuantificarlo después y finalmente restaurar. Solo así se logra un impacto regenerativo real”, explica Pedro Gómez Gallardo, director general Adjunto y Chief Operating Officer en Reserva Santa Fe.