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Latinos se abren paso entre el temor a ser deportados; pagan impuestos y las licencias para trabajar en esos espacios. 

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María y Fabián López, son dos mexicanos que venden dulces en puestos ambulantes en una calle. Llevan mercancía de un amigo pastelero en el centro de Nueva York, en Queens.

Fabián perdió su trabajo en una empresa de material de construcción en Long Island y colocó un puestecito, debido a ello, colocó el puestecito: “no teníamos dinero para comer”, en tanto que María limpiaba apartamentos, pero se infectó de Covid-19, y tuvo que dejar de trabajar.

Ellos, afirman que la policía hace la vista gorda, aunque sus hijos están intentando sacar una licencia. “Llevamos 20 años en Nueva York y seguimos sin papeles, los chicos son dreamers (menores que no han podido regularizar su situación). 

Pero sí pagan impuestos.

Las calles aledañas a Jackson Heights y su paso elevado del metro, están llenas de puestos; hay más vendedores que clientes. Se venden tamales y se colocan letreros a color, como si estuvieran en la Ciudad de México. 

En la Calle 83 y en la 82 hay más tiendas. Hay puestos de café, en motocicleta, flores artificiales. Del café se ocupa Ismael, un mexicano con 15 años en Estados Unidos pero sin papeles, y también está Iván, un guatemalteco regularizado. 

La panadería en la que trabajaba Ismael cerró tres meses por la pandemia, y hoy sólo le emplea por horas; lo mismo le sucede a Iván en el restaurante mexicano donde trabaja dos días por semana. Hay una amenaza de deportación inminente, pero que no se concreta. 

¿Quiénes sacan partido de ello? Los vendedores chinos de chucherías y los que autorizan las licencias. No los molesta la policía, pero el negocio de subarrendar licencias municipales para venta (a 200 dólares por día) es floreciente.

Se calcula que 64% de los 77, 000 vecinos del barrio nacieron fuera de Estados Unidos, y  más de la mitad son latinos. 

“Es un trabajo honrado para sobrevivir (…) Cuando vimos que los locales empezaron a cerrar, brotaron los puestos de comida en el barrio, mientras ayudábamos a algunos en una ayuda de emergencia, preparar comida en sus casas para alimentar a quienes habían quedado más expuestos, lo cual les garantizó ingresos”, explica la senadora por Nueva York Jessica Ramos, muy activa en la defensa de ambulantes. 

/Con información de El País. /