Para miles de familias en México, comprar una vivienda nueva se ha vuelto cada vez más complicado. Los precios, la menor oferta y el freno en la construcción han reducido las opciones, mientras que los ingresos no siempre avanzan al mismo ritmo. En este contexto, la vivienda usada ha dejado de ser una alternativa de segundo plano y se ha convertido en el principal punto de entrada al mercado residencial.
Uno de los factores clave es la disponibilidad. La vivienda usada suele encontrarse en zonas consolidadas, con servicios, transporte y equipamiento urbano ya establecidos. A ello se suma un precio más accesible frente a los desarrollos nuevos, que enfrentan mayores costos de tierra, materiales y financiamiento. Además, el comprador puede habitarla de inmediato, sin esperar tiempos de obra ni enfrentar retrasos.
También esta preferencia se ha visto reforzada por la evolución de los precios. De acuerdo con la SHF, durante los primeros nueve meses de 2024, el valor de la vivienda usada aumentó cerca de 9% anual. Aunque se trata de una apreciación relevante, sigue siendo más competitiva frente a la vivienda nueva, cuyo costo se ha incrementado de forma más acelerada en varios mercados del país.
Durante el cierre del año se suele intensificar esta dinámica. Diciembre trae consigo mayor liquidez para muchas personas gracias a aguinaldos y bonos, lo que facilita cubrir el enganche o los gastos notariales. Aun con tasas de interés elevadas, la demanda se concentra en vivienda usada certificada, que absorbe la mayor parte de los créditos y mantiene precios firmes. Este comportamiento funciona como un adelanto de lo que se espera para 2026: una demanda estructural superior a la oferta y una competencia más intensa por el inventario disponible.
Ante este escenario, ha cobrado fuerza una estrategia que gana terreno entre quienes aún no pueden o no quieren comprar de inmediato: rentar para decidir. Para muchas familias, la renta temporal se ha convertido en una decisión práctica que permite observar el mercado desde dentro antes de comprometerse con un crédito a largo plazo.
Otra ventaja es tomar decisiones más informadas en un mercado con poco inventario. La presión por comprar puede llevar a cerrar operaciones apresuradas. Rentar reduce ese impulso y da margen para buscar inmuebles certificados, con documentación en regla y condiciones técnicas adecuadas, más allá de la apariencia.
Desde el punto de vista financiero, la renta también ofrece beneficios. Permite comparar opciones hipotecarias, analizar el impacto de las tasas de interés y aprovechar ingresos extraordinarios para mejorar el enganche o la capacidad de pago. Esto se traduce en créditos más estables y manejables en el largo plazo.
El factor de riesgo es igualmente relevante. La vivienda usada que no cuenta con una revisión adecuada puede presentar problemas legales, inconsistencias en la propiedad o fallas estructurales. Rentar da tiempo para realizar inspecciones técnicas y legales que eviten sorpresas costosas después de la compra.
En un país donde la vivienda usada se ha consolidado como el eje del mercado residencial y donde la escasez de oferta seguirá marcando el ritmo en 2026, rentar antes de comprar se perfila como una decisión estratégica. No se trata de posponer el patrimonio, sino de construirlo con mayor información, menor riesgo y mejores condiciones. En el nuevo ciclo del mercado inmobiliario, la preparación del comprador será tan importante como el inmueble que elija.


