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Los bosques urbanos no son solo decoración: Son infraestructura vital para enfrentar el cambio climático. Un informe internacional propone tratarlos como escudos climáticos capaces de reducir olas de calor, inundaciones y contaminación, y llama a gobiernos, planificadores y desarrolladores a integrarlos como parte esencial de las ciudades del futuro.

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En medio de un escenario cada vez más adverso por los efectos del cambio climático –olas de calor, inundaciones, incendios forestales y contaminación del aire–, los bosques urbanos emergen como una pieza clave en la construcción de ciudades resilientes.

 

Así lo sostiene el nuevo informe Urban Forests as Climate Shields (Los bosques urbanos como escudos climáticos), que plantea una transformación radical en la forma en que planificadores urbanos, gobiernos y desarrolladores inmobiliarios conciben el arbolado urbano: No como servicios públicos opcionales, sino como infraestructura crítica.

 

El documento, elaborado por Ava G. Halstead, Joaquín D. Rodríguez Álvarez y Michael Lake –este último, presidente y CEO de Leading Cities–, aboga por reclasificar los bosques urbanos dentro de las políticas públicas y los marcos de desarrollo urbano, colocándolos al nivel de otros sistemas esenciales como el transporte, el drenaje o la energía.

“La cobertura arbórea no es decoración: Es tecnología viva que protege ciudades enteras”, afirma Lake. “Invertimos en diques y sistemas de enfriamiento, pero ignoramos el poder natural de los árboles para absorber el calor, frenar inundaciones y mejorar la salud ambiental”.

Recopila el informe, respaldado por el programa QBE AcceliCITY –uno de los tres principales aceleradores globales en tecnología para gobiernos–, evidencia global sobre el rol multifuncional de los bosques urbanos: Mitigación del efecto de isla de calor, filtrado de contaminantes atmosféricos, manejo de aguas pluviales, captura de carbono y fortalecimiento de la cohesión social en contextos urbanos vulnerables.

Naturaleza y tecnología: Una alianza urbana estratégica

Uno de los aportes más relevantes del informe es la conceptualización de los árboles como “escudos climáticos”: Elementos naturales que operan en distintas escalas urbanas para reducir riesgos ambientales. Gracias a procesos como la sombra y la evapotranspiración, los árboles disminuyen de forma eficaz la temperatura ambiente y contribuyen a reducir el uso de energía en edificios.

 

Particularmente en regiones propensas a inundaciones, las copas arbóreas interceptan la lluvia, mejoran la infiltración del suelo y complementan los sistemas descentralizados de gestión pluvial. Mientras que, en zonas afectadas por incendios, tecnologías emergentes como sensores de humedad en el suelo y monitoreo satelital de la salud del arbolado permiten actuar con anticipación.

 

Se alinea este enfoque con la tendencia global de integrar soluciones basadas en la naturaleza (SbN) al diseño urbano, impulsadas por innovaciones tecnológicas.

No por nada, startups como FortyGuard, Taro AI y ClimaSens están utilizando inteligencia artificial, imágenes satelitales y mapeo térmico para generar datos que guíen decisiones estratégicas sobre dónde, cómo y cuándo plantar árboles con mayor impacto ambiental y social.

 

 

 

Agroforestería urbana: Seguridad alimentaria y justicia climática

También el informe destaca el papel de la agroforestería urbana en contextos de vulnerabilidad social, especialmente en comunidades costeras o de bajos ingresos. Al integrar árboles frutales y cultivos alimentarios en espacios urbanos, no solo se incrementa la resiliencia climática, sino que se mejora la seguridad alimentaria local y se promueve la inclusión comunitaria.

Para los desarrolladores inmobiliarios, arquitectos urbanos y responsables de políticas públicas, este informe ofrece un llamado de atención y una hoja de ruta.

 

Reconocer a los árboles como infraestructura viva, no solo como elementos paisajísticos, es una oportunidad para repensar el desarrollo urbano de forma más sostenible, saludable y resiliente.

 

El desafío está sobre la mesa: Transformar la silvicultura urbana en una prioridad de adaptación climática, con gobernanza integrada, inversión sostenida y decisiones basadas en datos. En otras palabras, dejar de ver a los árboles como decoración… y empezar a verlos como lo que realmente son: Una tecnología natural indispensable para el futuro de nuestras ciudades.